martes, 12 de junio de 2012

Desdicha y ventura



El año pasado, Juan andaba caminando por la universidad sin entender por qué se dirigía al kiosco (pues hambre no tenía).
           Tuvo que transcurrir un minuto para que Juan sintiera un dolor en la cabeza. No lo podía creer, en diez minutos iba a dar su examen final y el malestar era indescriptiblemente doloroso. Pasaron diez minutos y el fastidio no se disipaba. Los alumnos ya se habían sentado en los asientos del salón. Se dirigió al baño desesperadamente y se mojó la cabeza. Era la única salida.
           Después de dos minutos, y sin ser supersticioso y creer en milagros, estaba dando el examen con tranquilidad.

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